Jesús y la política

El día de hoy se llevó a cabo el primer debate entre los candidatos a la presidencia de México. Desde su preparación, fue un tema de mucha controversia, pero que a fin de cuentas, a muchos de nosotros, de una manera u otra, nos decepcionó (lo cual espero tratar en otra ocasión). Ahora, comparto un fragmento de lo que tiempo atrás dijo John Stott sobre la postura política de Cristo, que viene muy acorde a nuestros tiempos, pero también, confronta ante la postura que como seguidores de Jesucristo estamos teniendo hoy en día.
Podemos definir las palabras "la política" y "lo político" en términos amplios o limitados. En términos generales, "la política" denota la vida de la ciudad (polis) y las responsabilidades de los ciudadanos (polites). Por lo tanto, esto concierne con el todo de nuestra vida en la sociedad humana. La política es el arte de vivir juntos en comunidad. No obstante, de acuerdo a la definición específica, la política es la ciencia del gobierno. Tiene que ver con el desarrollo e implementación de políticas específicas a través de un proceso de legislación. Se refiere a ganar poder para el cambio social.
Una vez aclarada esta diferencia, tal vez nos preguntamos si Jesús estuvo involucrado en la  política. En la última y más específica definición, es claro que él no estuvo involucrado en la política. Él nunca formó un partido político, no adoptó un programa político ni organizó una protesta política. él no trató de influenciar las políticas del César, de Pilato o de Herodes. Por el contrario, renunció a la carrera de político. Sin embargo, por otra parte y en un sentido más amplio de la palabra, todo su ministerio fue político. Él vino al mundo para participar en la vida de la comunidad humana, y por eso envió a sus seguidores a hacer lo mismo. Además, el reino de Dios que él proclamó e inauguró fue una organización social radicalmente nueva y diferente, con valores y normas que desafiaban a todos los de la comunidad vieja y caída. De esta manera su enseñanza tuvo implicaciones "políticas". Ofrecía una alternativa a lo que se consideraba normal. Su reino se percibía como un desafío al reino del César y por eso acusaron a Jesús de sedición.
Es irrelevante afirmar que Jesús y sus apóstoles no estuvieran interesados en la política, y que tampoco exigieran ni incluso aprobaran la acción política, y mucho menos que se involucraran en ella. Esto es cierto. No lo hicieron. Sin embargo, aunque la política se refiere a los asuntos del Estado, también es acerca de ganar poder y ejercer poder. El hecho de que Jesús tuviera un punto de vista muy diferente acerca del poder fue una de las razones por las cuales los políticos de su tiempo le temieron y lo consideraron una amenaza a su gobierno. No es por gusto que María dijera en el Magnificat: "De sus tronos derrocó a los poderosos, mientras que ha exaltado a los humildes" (Lucas 1:52). Aunque la enseñanza de Jesús no fue abiertamente política, transformaba las estructuras injustas, desafiaba la opresión y le afirmaba a la gente que había un reino nuevo que se caracteriza por ser justo y porque la verdad, y no las promesas políticas, libra a las personas. El impacto de esto sobre la vida social y política fue tan profundo que es correcto hablar acerca de "la política de Jesús".
El resultado de esta enseñanza tomó tiempo pata hacer un impacto. Debemos recordar que los seguidores de Cristo fueron una pequeña e insignificante minoría bajo el régimen totalitarista de Roma. Las legiones estaban por todas partes, tenían la orden de oprimir la disensión, aplastar la oposición y preservar el estado actual. La pregunta es: ¿Estarían ellos políticamente activos de haber tenido la oportunidad y la probabilidad de alcanzar el éxito? Creo que lo habrían hecho. Porque sin acciones políticas apropiadas simplemente es imposible satisfacer algunas necesidades sociales. Los apóstoles no exigieron la abolición de la esclavitud. Pero, ¿no estamos contentos y orgullosos de que en el siglo diecinueve los cristianos lo hicieran? Sus campañas se basaban en las enseñanzas bíblicas acerca de la dignidad humana, y fue una legítima extrapolación de esto. Tampoco los apóstoles construyeron hospitales ni se les requirió construirlos, pero los hospitales cristianos son una legítima extrapolación de la compasión de Jesús por el enfermo. Entonces, la acción política (la cual es el amor buscando justicia para el oprimido) es la legítima extrapolación de la enseñanza y el ministerio de Jesús. Como el Arzobispo Desmond Tutu comentó en su forma llamativa: "Me pregunto cuál Biblia está leyendo la gente cuando afirma que la religión y la política no se pueden combinar".
John Stott, Los problemas que los cristianos enfrentamos hoy.

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