El seguro popular no influye en mi sueño



En estos días, han pasado por televisión un spot donde sale un matrimonio hablando se su experiencia con el Sector Salud, tras una operación del apéndice. Debo confesar, que con mi experiencia con los hospitales del gobierno, ese comercial más que darme alivio, me deja con la pregunta: "¿Qué tal que lo revisaron igual de mal que a mi y no debía operarse el apéndice?" Si bien mi situación no requirió de operación alguna, fui víctima de un diagnóstico hecho con descuido, mala gana y por demás pésimo.
El sábado 7 de mayo comencé a presentar una fiebre alta que llegó hasta los 40ºC. Ante esta situación mi familia y yo creímos que lo más adecuado era ir al hospital. Nos dirigimos al área de urgencias del Hospital Juárez, donde a pesar de las solicitudes de mi madre y del policía que estaba con nosotros, me hicieron esperar cerca de hora y media para ser revisada. Cabe mencionar que en la forma que me hicieron llenar para ser atendida decía claramente que casos de fiebre alta debían  ser atendidos en un periodo no mayor a 15 minutos.
La sala de espera era muy pequeña, apenas contaba con cinco sillas y dos consultorios para atender en ese momento a no más de 15 personas, todas ansiosas por ser atendidas lo más pronto posible. Del primer consultorio salió una doctora poco amable, y que de mala gana recibía las solicitudes de los pacientes. Cuando le entregué la mía, comentó que la dejaría en el consultorio 2, esperando ser atendida pronto.
Mientras esperaba, conversé con una chica apenas unos años mayor que yo. Vivía en Estados Unidos y había venido al país por asuntos familiares. En el viaje, había recaído en una fuerte infección del riñón que apenas le permitía moverse. Ante la falta de recursos y de contar con seguro médico, tuvo que venir a ese hospital. Le habían asignado el mismo consultorio que a mi, y llevaba esperando más de una hora, incluso llegó a pensar que estaba vacío.
Poco a poco, la pequeña sala de espera se fue desocupando hasta quedarme sola, con mis 40ºC. Por fin, después de mucha espera, se abrió el consultorio y me hicieron entrar. Entre dos doctores intentaron revisarme. No tenían un termómetro para medir mi temperatura, la revisión la hicieron entre su chismorreo y la desgana de atenderme y cuando determinaron que debían realizarme algunos estudios y tomar una muestra de sangre se dieron cuenta que tampoco tenían jeringas en el consultorio. Después de su "exhaustivo" estudio, dedujeron que se trataba de una infección en el riñón y me pidieron también un E.G.O. Tras entregar todas mis muestras, me dijeron que esperara a que estuvieran los resultados.
Esperé cerca de tres horas, después de las cuales me dijeron que efectivamente se trataba de una infección en el riñón y que esto había sido muy evidente en mi muestra del E.G.O. del cual no me entregaron resultados por más que los solicité. Me recetaron Paracetamol y me enviaron a casa. Sobra decir lo molesta que salí de ese lugar, no sólo por la pésima atención que recibí, también porque anteriormente había tenido una infección en el riñón y los síntomas que tuve en aquel entonces no se parecían a lo que padecía ahora. Para mí quedaba claro que el diagnóstico estaba muy equivocado.
Fue entonces que decidimos buscar a un urólogo, amigo de la familia, para que nos diera una segunda opinión. La atención que recibí en esta ocasión fue muy diferente a la primera. Tras una verdadera revisión, el doctor determinó que posiblemente se trataba de una salmonella, me pidió hacer estudios en un laboratorio (donde todos pudiéramos ver los resultados), me indicó los medicamentos adecuados para tratarla y me dio fecha para una nueva revisión y darle seguimiento a mi caso. Durante ese tiempo mi salud no mejoró y en la siguiente consulta, el doctor determinó que se trataba más bien de un caso de hepatitis y nos dirigió con otro doctor, pues él no podía hacer más.
El nuevo doctor, tras revisar los estudios que me realizaron, confirmó que se trataba de una hepatitis. Me indicó una dieta para seguir en los siguientes dos meses y también me dio una lista de los medicamentos que no podía consumir en este periodo. ¿Adivinen qué medicamento estaba entre la lista? Nada menos que el Paracetamol, indicado por el doctorcillo (ahora dudo que tenga los conocimientos suficientes para ser doctor) del Hospital Juárez.
Ahora que veo este comercial y recordando lo que me pasó concluyo lo siguiente:

  • ¿De qué sirve la construcción de nuevos hospitales si el servicio lo seguirán dando doctorcillos como el que me atendió en el HJ, con sólo dos consultorios y un tiempo de espera de más de una hora?
  • El comercial que puse al principio y todos los demás que salen del sector salud, son una reverenda burla para todos los que alguna vez se ven en la necesidad de hacer uso de ellos.
  • NUNCA vayan al Hospital Juárez.
  • ¿Qué tipo de educación reciben los médicos hoy en día que los hace ser tan altaneros con sus pacientes y tan malos para diagnosticar casos (claro, esto no aplica a todos)? ¿Dónde quedó eso de la "ética profesional"? Y en todo caso, si no se va a tener el compromiso de tratar al paciente como se debe, ni de dar diagnósticos correctos, entonces ¿para qué estudiar medicina?
  • Por último, no busco promocionar mi blog, ni cosa semejante, pero sería bueno hacer pasar esta experiencia a cuantas personas puedas. Seguramente no he sido la única con malas experiencias con el sector salud.

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