Sobre el origen de Zéca


Después de publicar cierta propaganda anti-Zéca en este espacio, muchos han sido quienes se han acercado a preguntar sobre el origen de éste personaje, a lo cual no he podido hallar respuesta. Sin embargo, en un tiempo libre que tuve, me di a la tarea de investigar más sobre sus orígenes, mismos que ahora les comparto.

Resulta que Zéca pertenece a la familia de los fuleros y verdad es que hay en Zarco pocos terrenos que producen fuleros tan grotescos. Desgraciadamente, el fulero es fruto que se cría sin cultivo, que nace solo y silvestre en la región carbonífera por excelencia del norte del país (en el lugar de los “peones modernos”), pero que puede criarse en todas partes; el sólo el admitir su doble discurso perjudica mucho a la cría, y la amistad y la verdad sobre todo, le matan.

En cuanto a su figura y organización, el fulero es en el reino vegetal la línea divisoria con el animal; no siendo pues muy experto cualquiera lo confunde: cuando el viento pasa por entre las cañas, silba; cuando pasa por entre fuleros ejerce un doble discurso difícil de reconocer. El fulero echa también, a manera de ramas, dos piernas y dos brazos, uno a cada lado; presenta faz y rostro, y al verle, cualquiera diría que tiene ojos en la cara, pero sería grave error. Distínguele esencialmente de los demás seres en estar dotado de sinrazón.

Muchas de las calidades de esta estrambótica planta pasamos por alto, cosas que pueden fácilmente de las ya dichas inferirse, como son el albergarse en tiempos pacíficos entre plantas mejores, como cizaña entre trigos, y pasar así por buenas y tomar sus jugos de dónde aquellas los toman. Esta y muchas otras que sin duda no interesan a nuestro lector, de momento.

Planta es, pues, perjudicial, y más aun perjudicialísima, el fulero; pero también la naturaleza, sabia en esto como en todo, que al criar los venenos crió de paso los antídotos, dispuso que se supiesen remedios especiales a los cuales no hay mata de fuleros que se les resista. El promover una verdadera amistad en todos los habitantes, abriéndoles los ojos para que vean a los fuleros y a su doble discurso sería el mejor antídoto; pero esto es más largo y para más adelante, y no sirve para lo ya pasado. Por lo demás, concluiremos que ningún cuidado puede dar a un labrador bien intencionado, más si se tratase del sexo femenino, la acumulación del fulero.

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